Laus Broersen
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva de causa desconocida. Sin embargo, se han identificado varios factores de riesgo para la EA, incluido el envejecimiento junto con factores genéticos y ambientales. Un factor importante del estilo de vida modificable que se asocia con la EA es la dieta. Muchos estudios epidemiológicos han demostrado que la adherencia a dietas ricas en pescado, frutas frescas y verduras se asocia con un menor riesgo de desarrollar EA. Además, los estudios muestran que los niveles plasmáticos de nutrientes seleccionados están reducidos en la EA; un hallazgo que se confirma mediante metaanálisis incluso con una ingesta dietética normal y en ausencia de desnutrición. La disponibilidad sistémica reducida de estos nutrientes puede explicarse en parte por la producción endógena, el transporte y la transferencia de nutrientes a través de barreras fisiológicas comprometidas que evolucionan como consecuencia del envejecimiento o la enfermedad. Además, parece haber una mayor utilización de nutrientes para los procesos relacionados con la patología de la EA, como la producción de fosfolípidos de membrana para estimular la formación de sinapsis. De hecho, muchos de los nutrientes con niveles plasmáticos bajos en la EA están involucrados en la síntesis de fosfolípidos, ya sea como precursores o como cofactores. Con base en estos conocimientos, se diseñó la combinación de nutrientes específicos Fort asyn Connect (UMP, DHA, EPA, colina, fosfolípidos, folato, vitaminas B6, B12, C, E y selenio) para el manejo dietético de la EA. Cuando se probó en pacientes con EA temprana, no solo observamos niveles elevados de nutrientes en plasma, sino que también preservamos la conectividad cerebral funcional y mejoras concomitantes en el rendimiento de la memoria. Nuestros datos indican que abordar las necesidades nutricionales específicas en la EA temprana puede ofrecer potencial en el manejo de la EA. El Informe Mundial sobre el Alzheimer (2015) estima que 46 millones de personas en todo el mundo viven con enfermedad de Alzheimer (EA) y otras demencias, y que esta prevalencia aumentará a 131,5 millones en 2050. En los países en desarrollo, incluido Brasil, esta tasa calculada es tres a cuatro veces mayor que en los países desarrollados. La EA corresponde al 50-70% de todos los síndromes de demencia, clasificada como una enfermedad neurodegenerativa progresiva que muestra atrofia cortical difusa con tres etapas de evolución: leve, moderada y grave. Durante la evolución de la enfermedad se pueden observar deterioros de la memoria, la atención y el lenguaje, seguidos de cambios de conducta que acaban perjudicando el rendimiento en las actividades básicas de la vida diaria y la capacidad para resolver problemas. A pesar del descubrimiento de nuevos tratamientos, no existe una “cura” que detenga o modifique la evolución de la enfermedad. Por ello, diversas intervenciones no farmacológicas son imprescindibles para mejorar la calidad de vida de estos pacientes. Por ello, es imprescindible la asistencia interdisciplinaria por parte de nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas, logopedas y otros profesionales que puedan orientar adecuadamente la sintomatología de estos pacientes.